Relatos publicados en mi libro**"Para vivir Seguros" 2.005**
Si te perdiste el cuarto relato, lo tienes aquí: #557600
El economista Orlando Juárez conducía su Chevrolet Cavalier a mediana velocidad por la autopista, para llegarle a la ciudad por la zona Norte. Se le había hecho un poco tarde y no le gustaba usar esa vía de noche, pero se recortaba considerablemente por ese atajo un poco solitario. Venía atento al volante, con hambre y calor, cuando vio por el espejo retrovisor unas luces que se aproximaban velozmente. Se mantuvo en el canal central y a su lado, con un rugido de motor, pasó una camioneta Cherokee. Suárez calculó que irían a más de 120 kilómetros por hora. Pero antes de que la camioneta se perdiera en la siguiente curva, comenzó a zigzaguear, pegó contra la defensa central de concreto, rebotó en dos ruedas hacia la vía y se volcó.
Suárez inmediatamente bajó la velocidad y comenzó a frenar. La camioneta dio dos vueltas sobre sí misma, se salió de la autopista y finalmente se detuvo, elevando una nube de polvo.
Quedó sobre el techo, el capó abierto, colgando hacia la tierra, las ruedas todavía girando. El economista pasó muy despacio al lado de la camioneta volcada. En ese momento no vio a ningún otro vehículo.
Suárez, sin dudarlo, se detuvo unos veinte metros más adelante. Se soltó el cinturón de seguridad y caminó hacia la camioneta. Un hombre salía con dificultad de la cabina, por la puerta del conductor. Llegó a su lado.
-¿Está bien? ¿Se siente bien? El hombre, joven, con camisa blanca y corbata, lo miró con extrañeza. -¿Se siente bien? -Mi pistola... ¿En dónde está mi pistola? Orlando Suárez se sorprendió, pero pensó que el hombre de- bía estar bajo los efectos de la conmoción del volcamiento... Se asomó. Vio que había otra persona, una mujer joven, en la cabina. Sus ojos también se toparon con una pistola negra. La tomó por el cañón y se la pasó al hombre. -Aquí está su pistola... Tranquilícese. Hay que auxiliar a su acompañante... -Sí... Déme las llaves de su carro... Tengo que llevarla a un hospital... A Suárez esa "petición" de las llaves también le pareció fuera de lugar, pero lo atribuyó a los efectos del susto y del volcamiento. -No se preocupe, yo los llevo... Pero vamos a sacarla primero. Con dificultad, entre los dos, lograron sacar a la mujer. Tenía sangre en la frente, estaba desmayada, pero viva. Pero Orlando Suárez se asombró al ver, en un momento en que se levantó la falda mientras la cargaban, que la joven tenía una herida de bala en la pierna. A pesar de la penumbra, el pequeño orificio de entrada, del cual salía un hilito de sangre, no dejaba dudas. Mientras la colocaban en el asiento posterior de su carro, comentó: -Mire, amigo, parece que su compañera tiene un disparo en una pierna... ¿No se le iría un tiro en el choque? -Puede ser... No sé... Ella estaba manipulando mi arma... Vamos rápido a un hospital o una clínica...
Se subieron al auto, conduciendo Suárez y arrancaron. Unos pocos minutos después, cuando ya se divisaban las luces de la ciudad, el hombre sacó la pistola y apuntó a la cabeza del economista. -Detente... Para inmediatamente o te quiebro...
-Pero vale, ¿qué pasa? Yo te estoy ayudando... Yo te llevo hasta el hospital... -¡Coño, qué frenes ya o disparo!
Suárez detuvo el Cavalier de un lado. El hombre, tenía la pistola contra su cabeza, el dedo en el disparador... La mujer seguía desmayada... -Bájate despacio y quédate parado ahí, al lado del auto.
Suárez abrió la puerta y se bajó. El hombre, sin dejar de apuntarlo, se rodó hasta ponerse detrás del volante. En ese preciso instante, Orlando Suárez sintió un terrible miedo y tuvo la absoluta certeza de que el hombre le iba a disparar, a asesinar... Sin pensarlo, de una manera casi inconsciente le dijo: -No deje de llevar a su compañera al hospital... Pero va a tener que echar gasolina, si no, no llega... Por reflejo, el hombre volteó una fracción de segundo para mirar el indicador de la gasolina en el tablero... Pero también comprendió que era una treta. Cuando regresó la vista, lo que pudo ver de reojo fue la espalda de Suárez, corriendo, rodeando el auto. Le hizo dos disparos y arrancó.
Orlando Suárez aprovechó esa frac-ción de segundo de distracción para agacharse y lanzarse hacia la espesa vegetación. Los dos tiros pasaron por encima de él... Se arrastró por la cuneta llena de maleza y desde allí vio las luces posteriores rojas de su auto perderse a lo lejos...
Y tú cómo crees que hubieras reaccionado?