Relatos publicados en mi libro "Para vivir Seguros" 2.005 Si te perdiste el tercer relato, lo tienes aquí: #556588
El caso de la Señora Rosario Ruiz
A la señora Rosario Ruiz, se le subieron por dos hombres a su camioneta Grand Blazer. En el asiento de atrás, en su silla especial, dormía su bebé de 10 meses. Dieron muchas vueltas por la ciudad. Finalmente se detuvieron en un sitio apartado y le ordenaron descender del vehículo. Rosario Ruiz hizo un gesto para abrir la puerta trasera para tomar a su niña. Pero uno de los delincuentes se le interpuso. –No, la niña se queda... —Pero... Están locos. Es mi hija. ¿Qué van a hacer con ella? —Cállate. Eso no es tu problema. Rosario Ruiz sintió que toda su sangre entraba en ebullición. Jamás dejaría a su hija en manos de esos delincuentes. Se aferró a un paral de la camioneta. Uno de ellos, el más agresivo, levantó la pistola Glock y se la puso en la sien y le gritó: —¡Aléjate o te mato, vieja! La señora, sin soltarse, apretó los ojos esperando el disparo y que todo terminara. Pero, su cerebro y su miedo en centésimas de segundos evaluaban la situación y le dictaban órdenes. Por lo que había percibido, los delincuentes eran profesionales del robo de vehículos y no estaban bajo efecto de drogas... Al cabo de unos segundos, ella abrió los ojos. El hombre, alterado, se pasó la pistola a la mano izquierda y con la derecha trataba de zafarle las manos aferradas al paral... —¡Suéltate, maldita! Ella logró articular unas palabras: —Me tendrán que matar...Déjame a la niña...Es mía...Llévense todo lo demás... —Yo me llevo lo que me da la gana... —Está bien, pero no a mi hija...Me tendrás que disparar...Y si me matan y se llevan a la niña, los buscarán por homicidio y secuestro...Mientras que si se llevan la camioneta ustedes saben que la policía no los va a buscar por eso...Cada día se roban más de 100 autos...Déjenme a mi hija. El segundo delinquente, que miraba nervioso hacia todas partes, se subió a la cabina posterior, desató a la bebé, la jaló brucamente y se la pasó. —¡Toma a tu carajita y no joda más! La bebé asustada, comenzó a gritar. Rosario Ruiz la apretó contra su pecho, para tranquilizarla, con las piernas temblorosas y ganas de vomitar. Vio alejarse a su camioneta por la solitaria carretera. Pero tenía a su hija.